sábado, 24 de enero de 2009

Corrientes poéticas en la lírica del XVI

Durante la primera mitad del siglo XVI la lírica se divide en dos grandes corrientes: una que perpetúa los temas y formas procedentes de la tradición medieval, y otra, más innovadora, que introduce en España los modos poéticos de inspiración petrarquista vigentes en la Italia del Renacimiento. La primera recoge tanto los ecos de la lírica tradicional (villancicos, romances...) como las de la poesía de cancionero del siglo XV en su doble vertiente amorosa y didáctico-moral. La segunda refleja el desarrollo de las innovaciones de Boscán y Garcilaso según el modelo de la lírica culta italiana de su tiempo. La línea tradicional y cancioneril aparece unida al uso de metros cortos, especialmente el verso octosílabo, y la italianizante al empleo del endecasílabo, del soneto y de diversas formas estróficas derivadas de la canción petrarquista.
La coexistencia de estas dos corrientes conlleva un hecho habitual en toda etapa de transición: las formas innovadoras conviven durante algún tiempo con las antiguas, que no se limitan a languidecer, sino que cobran incluso vitalidad e influyen en aspectos de la nueva lírica. No hay que perder de vista la influencia que ejerce en la lírica del XVI una obra como el Cancionero General de Hernando del Castillo, publicado en 1511, libro que encaja en los gustos poéticos del siglo anterior. Tanto la poesía tradicional cancioneril como la italianizante, además, descienden de la fuente común de la poesía provenzal. En la lírica del XV existía ya un clima "petrarquista" procedente de ese fondo trovadoresco que los poetas del dolce stil nuovo y el mismo Petrarca habían recogido también en Italia mucho antes de la crisis renacentista. Por otra parte, es notable la vitalidad de lo popular en el Siglo de Oro, precisamente en obra de autores de probada habilidad en el manejo de las formas italianas como Cervantes, Lope de Vega, etc.
Para la aparición de la poesía italianizante en España contamos con una fecha clave: el año 1526, cuando Boscán se encuentra en Granada con el embajador Navagero, quien le insta a que pruebe en lengua castellana sonetos y otras formas italianas. Fue un inicio titubeante en Boscán, pero consolidado en Garcilaso de la Vega. Frecuentemente se designa a estos autores como petrarquistas. Desde luego Petrarca ya era conocido antes en España: al moralista y filósofo apreciado a fines de la Edad Media se unía un creciente interés por el Canzoniere, creándonse un clima afín al petrarquista, que precede a la innovación italianizante propiamente dicha. En los poetas que llevan ésta a cabo hay una nueva actitud hacia sus modelos literarios que se evidencia, en primer lugar, en la imposibilidad de separar la temática petrarquista de sus aspectos formales. En realidad, como ha observado Francisco Rico, no son ya reminiscencias de Petrarca que penetran en un código distinto, como era el de la poesía cancioneril, sino que en Garcilaso encontramos le lengua del petrarquismo y su arte combinatoria característica. Los sutiles análisis introspectivos, junto al sentimiento de la naturaleza, en una visión idealizadora a la que contribuyeron sin duda las teorías neoplatónicas, constituyen la base de una temática amorosa que será acervo común del referido grupo poético. Los autores que lo forman, operando dentro del concepto renacentista de la imitatio, al inscribirse en el petrarquismo, lo hacen en una línea poética y no sólo en la imitación del maestro, pues sus propios contemporáneos italianos les proporcionan también abundantes modelos.